04 abril 2006

La Ciudad


"No hay aire en la Ciudad, pero hay aliento, y cada mañana corre por su interior como el gas de la risa, dando brillo a sus ojos, a su conversación y a sus esperanzas."

"La Ciudad es sagaz para estas cosas: aromática y buena y en apariencia descuidada; sagaz para enviar mensajes secretos disfrazados de avisos públicos: dirección única, abrir aquí, peligro por alquilar personas de color únicamente hombres solos en venta se necesita mujer paso particular alto cuidado con el perro plazos sin entrada pollo fresco entrega rápida sin recargo. Y buena para abrir cerraduras, oscurecer escaleras. Para cubrir tus gemidos con los suyos."

"Y cuando la primavera llega a la Ciudad, las personas que andan por la calle reparan unas en otras; prestan atención a los desconocidos con quienes comparten pasillos y mesas y el espacio donde se lava la ropa íntima. Entrando y saliendo, entrando y saliendo por la misma puerta, usan todos la misma manija; en los tranvías y en los bancos del parque asientan sus nalgas donde las han asentado otros centenares de hombres y mujeres. Las monedas de cobre que sostienen en la palma de la mano han sido engullidas por niños y mordidas por gitanos para comprobar su validez, pero siguen siendo dinero y la gente las acepta con una sonrisa. Es la época del año en que la Ciudad incita más a la contradicción: te induce a comprar algo de comer en la calle cuando no tienes ni pizca de apetito; te lleva a disfrutar de una habitación individual que ocupas tú sola mientras lo que deseas vehementemente sería compartirla con alguien con quien acabas de cruzarte en la calle. Aunque en realidad no exista tal contradicción, sino que se trata más bien de una condición natural: el amplio abasto de lo que una Ciudad con ingenio puede hacer. ¿Qué evitará que los ladrillos se calienten al sol? El retorno de los toldos. La manta se retira del lomo de los caballos. El alquitrán se ablanda bajo los tacones y la oscuridad que hay debajo de los puentes transforma su lobreguez en sombra refrescante. Después de un ligero chubasco, cuando ya han brotado las hojas, las ramas de los árboles son como dedos húmedos jugando con rizadas cabelleras verdes. Los automóviles se convierten en cajas negras que corren en pos de un par de faros cuya luz atenúan el vaho o la llovizna. Por las aceras, ahora de satén, las figuras humanas se desplazan adelantando un hombro, inclinadas las cabezas para que su coronilla sirva de precario escudo contra los perdigones que son las gotas de lluvia. Las caras infantiles que se ven en las ventanas parecen llorar, pero son los diminutos regueros que descienden por el cristal lo que produce aquel efecto."

"Así es como la ciudad te hace girar. Te obliga a hacer lo que quiere, a ir por donde indica el plano de sus calles. Persuadiéndote en todo momento de que eres libre; de que puedes correr hacia los matorrales cuando te venga en gana. Aquí no hay matorrales, si a lo sumo te está permitido caminar por un césped bien sesgado, la Ciudad te lo hará saber. No puedes salirte del camino que la Ciudad ha trazado para ti. Ocurra lo que ocurra, así te enriquezcas o sigas pobre, arruines tu salud o vivas hasta la vejez, terminas siempre volviendo al punto donde empezaste; ávido de la única cosa que todos perdemos: el amor juvenil."

(Citas de Jazz, de Toni Morrison)

PS: Tengo mono de Nueva York :-(

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